En Twitter, todos somos unas ratas, pero en la calle unos somos moralmente superiores a otros.

A Auswitz, vía Roma

27/04/2005

«Si un funcionario obedece primero la ley antes que su conciencia, esto lleva a Auschwitz. No eran delincuentes los que hicieron ese campo de concentración, sino la gente a la que se forzó o que creyó que tenían que obedecer primero a las leyes del Gobierno nazi que a su conciencia«. La frase, ciertamente brillante, ingeniosa, profunda, aguda, inteligente, sagaz, además de bien construida, es del purpurado español Ricard María Carles, un cardenal que sin duda sabe de lo que habla, porque ya ha tenido antes algún roce con la Ley. Como suponemos que el tal Carles es un hombre de una vasta cultura, hemos de pensar que se está haciendo el tonto. En una dictadura, como lo fueron las de Hitler, Mussolini, Franco o las de los países comunistas del este, qué duda cabe de que eso es cierto. Pero en democracia, la legitimidad está por encima de la conciencia. La Ley obliga a todos y todos debemos obedecerla al margen de lo que opinemos sobre ella. Más que nadie, las autoridades, que además de obedecerla, deben hacerla cumplir. Más bien al contrario de lo que señala Carles, obedecer a la conciencia antes que a la Ley -y sólo hay Ley, con mayúscula, en democracia- es lo que conduce a Auswitz, aunque quizás pasando por Roma. Y es que a fin de cuentas, todos los caminos conducen a Roma.