¡He visto la luz!

El periodismo, esa quimera

13/10/2008

Creo que ya he dicho alguna vez que pienso que el periodismo en realidad no existe, o mejor dicho que es una entelequia, una quimera, una fábula y una utopía. Algo que no es realmente posible, al menos tal y como lo entendemos hoy en día. El periodismo, esa profesión u oficio que consiste en contar a los demás las cosas desde un punto de vista objetivo y neutral, sin tomar parte en los acontecimientos que narra, es algo que no se sostiene. El proceso público, social, económico, político, es decir, el ir, venir y chocar de intereses de diferente tipo y envergadura, se produce y se reproduce en diferentes escenarios. La empresa, los negocios, la política, las relaciones laborales son algunos de esos escenarios. Probablemente haya otros espacios y otros ámbitos en los que se desarrolla el debate público además de los antedichos. Uno de ellos es, sin duda, el periodismo, los medios de comunicación.

Y esto es algo que se suele negar, que se suele ocultar, que se suele ignorar. El periodismo y los periodistas -según la verdad oficial- no intervienen en la realidad, sino que se limitan a dar cuenta de ella, con objetividad, neutralidad y profesionalidad. Y esto no es cierto. De hecho es una gran mentira.

Los periodistas, los medios de comunicación y sus propietarios se encargan de administrar lo que sabemos los ciudadanos sobre el proceso social, económico y político. Ellos deciden qué sabemos, cuándo lo sabemos y cómo nos lo cuentan. Pero no son entes ajenos, que ven ese proceso desde fuera, sino que forman parte de él. Los medios de comunicación son empresas que tienen intereses y los defienden, los propietarios de los medios de comunicación también tienen intereses. También los defienden. Y por supuesto los periodistas tienen intereses que defender, que pueden coincidir o no con los de sus empresas.

Intentar que empresas con intereses administradas por personas con intereses que se ocupan de contarnos el devenir social, político y económico lo hagan con neutralidad y objetividad es situarse fuera de lo que la realidad puede proporcionarnos; como creer que la profesionalidad periodística aleja a periodistas de su propia posición social y les protege de los intereses de las empresas para las que trabajan, e incluso de los suyos propios, es de una ingenuidad culpable. La profesionalidad periodística no es más que un gran preservativo que mantiene a un sector económico estratégico precisamente por su cometido, protegido de la crítica.

La profesión periodística está manchada por un pecado original que consiste en comportarse como si la información fuese neutra, como si no tuviese carga política, como si no se comprara y se vendiese, cosa que se hace todos los días del año. Por eso, creo que la profesión periodística debe replantearse desde sus bases para reconocer la honestidad como el primero de sus valores y abandonar tanto la neutralidad como la objetividad que son quimeras indeseables por engañosas. Ninguna de las dos existe, y ambas se pueden simular mediante las sencillas técnicas que enseñan en las facultades y escuelas de periodismo. La honestidad, sin embargo, no se puede simular.

Así, ese periodismo que se nos presenta como preciso, profesional, limpio, neutro, objetivo, aséptico, es tremendamente deshonesto, porque nos engaña desde la base misma. La realidad será objetiva, pero la información, que es la manera en que la realidad se manifiesta a través del lenguaje en un soporte físico, no es nunca neutral. Cada día estoy más convencido de que hay muchas formas de periodismo que el periodismo llamado profesional descarta -precisamente por su presunta falta de profesionalidad-, como son el periodismo militante, el que se practica en los gabinetes de prensa y comunicación, el llamado periodismo ciudadano, e incluso ese inmenso medio de comunicación descentralizado que es la blogosfera, que son mucho más honestas que el periodismo llamado profesional, porque todas estas formas de ejercer el periodismo -entendido en sentido amplio- transmiten información sin negar que se trata de información sesgada.

Porque, no lo olvidemos, la información siempre es sesgada.