Claro, el problema que tiene poner en la misma olla la Ley de Dios, ley humana -que no es con mayúscula, pero es de obligado cumplimiento a diferencia de la anterior- y a los obispos subvencionados, es que puede salir un guisado explosivo y muy picante, sobre todo para algunos. En este caso, el guisado sabe a que Dios y sus mandaos son unos (presuntos) delincuentes contra la salud pública. Así que deberían andarse los obispos integristas estos con un poco de ojo, no sea que al final, los entrullados vayan a ser ellos, en lugar de las mujeres que hacen uso de su libertad, que es lo que les jode, que hay que decirlo todo.
Lean este a inteligente comparación entre ambas leyes, que debemos a la nueva pluma, o al nuevo teclado, mejor dicho, de doña Inés Sabanés. Los comentarios allí.