Yo siempre tengo razón. Sólo me equivoqué una vez: predije que me equivocaría, y no fue así.

¿Y crucifijos, cuando los quitamos de los concertados, a ver?

24/11/2008

Que dice Rouco Varela que quitar los crucifijos de las escuelas y colegios públicos no favorece la convivencia. Yo ya esto ni lo comento. Se lo pongo aquí a ustedes para que lo sepan, por si no sabían ustedes que el presidente de la misma Conferencia Episcopal que posee fincas en las que se sabe que hay fosas con algunos asesinados por el nacionalcatolicismo dentro, e impide a sus descendientes sacarles para enterrarles con dignidad, anda ahora preocupado porque no les dejen campar por sus fueros en la escuela pública. Es que dan ganas de sacar las cerillas, de verdad, que se pone uno hecho una hidra con estas cosas, y luego, resulta que uno además de cristófobo, pues es incenciario. Y encima, me sube la tensión. Y no es plan. Pero no quiero irme por las ramas…

Que lo que yo quería plantearles esta tarde es que todos los que han celebrado la orden recibida por el Colegio Público Macías Picabea de esa gran ciudad que es Valladolid, y que fue mi patria durante unos años,  de quitar los crucifijos de las aulas son unos tibios y unos beatos, incluyendo a don Antonio. ¿Pero no se dan cuenta que es una cortina de humo de la clericalla facinerosa, desleal y antipatrótica, otrosí de relativista, que viene a decir «bueno, de los colegios públicos, antes o después, tendremos que quitar nuestros palotes, así que los quitamos ahora haciendo mucho ruido, y nadie se fijará en lo otro«? Pero Moscú está siempre vigilante, al servicio de la verdad, de la intolerancia religiosa y de la iluminación de los barrios mediante la quema de trastos viejos. Vamos, que no se me escapa a mí una.

Y lo que digo yo, con la finura, con el tono sosegado y moderado, y con la elegancia que me caracterizan, es que parece que nadie se acuerda de que el sistema educativo público en España se compone de los centros puramente públicos, que son a todos los efectos dependencias estatales en las que no se pueden imponer a los usuarios símbolos políticos o religiosos, por ser el estado laico y neutral -salvo antojos del impresentable del Presidente del Congreso-, y de otros centros que, a pesar de ser de titularidad privada, están sufragados por las autoridades públicas para que en ellos se proporcione a nuestros jóvenes la educación necesaria para que sean el día de mañana ciudadanos cívicos, cultos y patriotas. Pues eso, que lo que yo les quiero recordar es que los centros concertados, aunque sean de hermanos y hermanas, curas y monjas o seglares y seglaras, son centros públicos a todas luces. Y eso quiere decir que tampoco se debería permitir que en ellos se haga ostentación de tétricos simbolos religiosos en los que un moribundo se desangra por el costado, clavado a unos maderos por las muñecas y los tobillos. Que miren que son tétricos estos curimojas, oigan.

Y no hablo en broma, que hablo en serio. Si puede ocurrir que a mí -que no sé si soy ateo, pero sí soy anticlerical, y cada vez más furioso, que no quiero una educación religiosa para mis retoños, y que quiero ser yo el que les transfiera los valores morales- me escolaricen a los nenes en un colegio de sores, porque la Comunidad de Madrid ha decidido no cumpir con su obligación de garantizar un sistema educativo público para todos, digo yo que tendré derecho a exigir que no estén viendo todo el rato al precadáver ese que tanto miedo nos ha dado a todos cuando éramos pequeños y nos asustaban con el infierno todo el rato.

Así que yo me pregunto: ¿cuándo mandarán quitar los crucifijos de los colegios concertados?

No sé ustedes. Yo espero ansioso. Y como tarden mucho, me lío la manta a la cabeza y saco el chispero.

AVERTENCIA PARA ILETRADOS: No soy partidario de quemar iglesias. Es un desafuero verbal fruto del inmenso cabreo que me produce esa institución combustible que es la Iglesia española, y digo española.