Nuevo lehendakari, nuevo colaborador. A Sueldo de Moscú ha decidido colocar a un corresponsal cerca de la Lehendakaritza, a la sombra del afamado árbol. Así que les presento a ustedes a don Mitxel, un desequilibrado, irrespetuoso y prolífico escritor de puyas que casi nunca tiene razón, mérito por el cual se ha ganado en apretada competencia con nadie la plaza como colaborador de esta bitácora, que no es de ustedes sino mía. No ha habido forma de censurarle, es un pesado, así que si no le gusta no le leen y se van con viento fresco. Sus crónicas tendrán una periodicidad periódica y se publicarán públicamente. No les puedo decir más, pero tampoco les digo menos, así que escuchemos ya la voz de don Mitxel, y yo quedo a la espera de una famosa morcilla vascongada que no me llega ni por asomo.
Y ni aún así me quedo a gusto
Por don Mitxel
No por anunciados, son menos graves los hechos ocurridos hoy en Euskadi. La llegada de Patxi López a la lehendakaritza no es sino el escenario final de una estrategia diseñada por los poderes del Estado, los mismos poderes que en su día impusieron la transición de la vergüenza, dibujaron el plan ZEN (Zona Especial Norte), crearon los GAL y, finalmente, se descolgaron con la Ley de Partidos.
Me van a perdonar ustedes si soy desordenado, pero he de decirles ahora –porque no tengo razones para ocultarlo y además tengo prisa por dejarlo claro-, que de la misma forma que los GAL significaron treinta años de oxígeno social para ETA, el pronunciamiento (que no investidura) de esta tarde –esta entrada se escribió ayer (Nota de don Ricardo, que todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe, todo lo huele y todo se lo come)– -refuerza la base social de una organización todavía armada a la que el recién estrenado delegado de La Zarzuela en Euskadi le ha brindado la razón histórica y la razón política: en democracia española, como en cualquier dictadura, sólo sirve la ley del más fuerte: el control y poder de los medios de comunicación, la prostitución de una justicia de opereta, la amenaza armada y constitucional. La voluntad popular deja de contar en tanto en cuanto no es cómplice de esos poderes del Estado. (Nota tonta: cuando hablo de poderes del Estado no me refiero a don Benedicto XVI ni a don Rouco-Varela, que tanto preocupan a muchos de mis compañeros, más atentos a la santísima madre iglesia, sus preservativos y enseñanzas, que a los que nos piden los parados en la calle… y ya ven que aprovecho para desfogarme).
Pero lo que yo tenía urgencia por explicarles es que, a partir de este momento, comprendan (o jodánse si no lo hacen) que un servidor deje de acudir –por vez primera en más de un cuarto de siglo- a cuantas manifestaciones de condena se produzcan ante eventuales atentados de ETA. ¿Estaré de acuerdo con los mismos? Pues no, lo siento por la caterva fascista, es decir, por la caterva española, ya saben, la que no es nacionalista, la que simplemente se define como española y ahí te jodas vasco de mierda. Pero, insisto, seguiré en absoluto desacuerdo con que un ser humano levante la quijada contra otro ser humano.
Y es que siempre he sentido la misma compasión, solidaridad, empatía hacia la joven viuda de un anónimo guardia civil a la que le han jodido la vida para siempre (recuerdo especialmente una, sola en aquella iglesia inmunda, acompañada de sus churumbeles, un par de chavalines que ni tenían media ostia ni lloraban, sino que querían abrir la caja «para que pueda salir papá»), que ante los gritos desesperados de una chica del pueblo que intentaba acceder al coche todavía humeante donde se cocían los restos del último asesinado por los GAL, su novio de toda la vida (por cierto, un pacifista que nada tenía que ver con los amantes de la patria vasca ni con las ansias moqueteriles de este lehendakari que ni es lenhendakari ni es nada).
Quiero decir, que voten ustedes los GAL y sus secuaces, tienen derecho, pero que les baile el agua la ramera de su prima la del pueblo. Truquen el sistema democrático, pero que se lo homologue Adolfo Hitler y su reencarnación hispana.
Que yo ni bailo ni homologo.
En cualquier caso, si han seguido el debate del día de hoy en el parlamento de Victoria, repito, Victoria (antes Vitoria-Gasteiz), sabrán que el lehendakari, el verdadero, Ibarretxe jauna, le ha dado la última lección al aprendiz de brujo, aún sabiendo que nunca la entenderá ni agradecerá, aún sabiendo que mañana Falsimedia –la prensa que tanto rojo utiliza para enterarse de lo que ocurre en Euskadi- le llamará iluminado o quizás, como don Ricardo, tonto o fascista.
No voy a pedir tanto como que don Ricardo reflexione de la cantidad de tontos que necesitan los fascistas para terminar imponiéndose. Pero sí les diré que entre la imagen de Ibarretxe y la que firma mi organización de referencia –Ezker Batua- hoy en el parlamento vasco, hay una enorme diferencia.
El primero, muy de derechas, dice lo que piensa y obra en consecuencia. La segunda, muy de izquierdas (¿verdad?) anda más a lamerse las heridas y ver cómo salimos de esta ruina. Y la solución se la da Falsimedia: abjuren de sus errores, no voten al lehendakari de la honestidad y sobre el que ustedes mismos han venido haciendo una defensa cerrada los últimos años. Hagan de sus logros históricos simple anécdota y quizás, sólo quizás, les perdonemos.
Y ahí hemos estado. Equidistantes entre la opinión del Partido Popular y la de –por ejemplo- las compañeras y compañeros de Aralar. Eso sí, con excusas de ejecutiva política de la señorita Pepis, tales como que no teníamos ningún programa de gobierno negociado con el PNV. Mundial.
Pues nada, ahí tienen ustedes al muñeco López. Pero insúltenme a mí.
Que yo no mato.
(continuará, no sé cuándo ni por qué, pero continuará)