Yo soy oficialista. Los críticos son ustedes, los de la dirección.

Mayo del 45

03/07/2021

Hace muchos años, cuando regresamos de Moscú con don Artur, tuvimos que ir a inscribirle al Registro Civil. No era una cosa sencilla, porque teníamos que decidir si mantener su lugar de nacimiento en Moscú (que es lo que hicimos, porque es donde había nacido) o ejercíamos nuestro derecho a trasladar ese lugar de nacimiento a Madrid. El caso es que estuvimos un buen rato por aquellas oficinas, y a mí me dio tiempo para observar a quienes allí trabajaban. 

En seguida me llamó la atención que quien parecía ser la jefa de aquella oficina era Boti García Rodrigo, entonces compañera mía de militancia en IU, aunque nunca había cruzado una palabra con ella. Mi primer impulso fue ir a saludarla, pero no pude: me dio miedo. Paseaba de un lado a otro de la oficina con las manos en la espalda y muy mal encarada, y si cruzabas la mirada con ella, te la mantenía, retadora, como diciéndote: «venga, atrévete, dime algo y destrozo todos y cada uno de los huesos de tu cuerpoescombro». Así que, dado mi apasionado amor a la vida, y decidido a conservar la integridad de mis huesos, decidí, cobarde, bajar la mirada y no saludarla.

Después, las constantes intrigas palaciegas de IU me acercaron a ella por la vía política. Primero fundamos una asociación, «Confluencias», después nos fuimos de IU a Equo, el partido verde en formación, y compartimos varias aventuras políticas y numerosas reuniones en el Café Comercial, que se convirtió en la sede de nuestras conspiraciones. El caso es que poco a poco nos fuimos haciendo amigos, de esos amigos que se ven mucho menos de lo que quisieran, pero que siempre se despiden diciendo eso de «a ver si nos vemos más». Un día le conté aquello que me pasó en el Registro Civil y me confesó que sí, que si salía a la parte publica de la oficina, iba siempre muy mal encarada para que nadie le molestase…

Pues hace unas semanas, me enteré de que Boti había escrito unas memorias de infancia y en cuanto he podido, me he hecho con ellas. Las compré ayer por la mañana y las leí por la tarde. Se leen en tres o cuatro horas, de un tirón, casi sin darte cuenta. El libro se disfruta más si conoces a la autora, ya que está escrito exactamente como es ella, sin impostaciones ni disfraces, sin «construirse» como personaje. Es como si la tuvieras al lado contándote todas esas cosas de su infancia, y es además como si te las estuviera contando la Boti niña. Son 150 páginas, casi 50 capítulos muy cortitos en los que habla sobre su familia, su padre, su madre y sus tías; sobre cómo empezó a leer y como conoció el mar -este capítulo, de apenas media página es magnífico-,  sobre la tristeza que lo impregnaba todo durante el franquismo de la postguerra -aunque no es un libro político- sobre sus primeros contactos con la religión… todo ello contado con una ironía infantil maravillosa y con un sentido del humor envidiable. 

En fin, que les recomiendo vivamente que se hagan con el libro y lo lean. Ya están tardando.