¿Qué tiene el deporte que iguala a gente habitualmente normal, e incluso inteligente, con auténticos cafres?

¿Y qué vamos a hacer con las espadas?

14/04/2020

Nos quejamos estos días en la izquierda de que la derecha portuguesa es mejor que la española, porque allí han bajado las espadas políticas mientras dure la crisis sanitaria y apoya al gobierno de la izquierda. Y nos responde la derecha española que claro, que si el Gobierno español lo estuviera haciendo bien, como parece que lo está haciendo el portugués, ellos también apoyarían al gobierno. No he querido meterme en este debate, porque es un debate falso, interesado por ambas partes y sectario, pero le he dado una cuantas vueltas. Y yo creo que en realidad el problema no es tanto de si se están haciendo bien o mal las cosas. Es un problema de actitud y cultura políticas, que son en Portugal bien distintas que en España.

Es cierto que la derecha española es ventajista, hipócrita, caciquil, farisea, antipatriótica, tramposa y cortoplacista, y también es cierto que, por razones históricas, y a diferencia de otras derechas europeas -no de la portuguesa- en lugar de formarse en el antifascismo, la española se formó en el fascismo (lo cual no la convierte necesariamente en fascista). Pero es que la izquierda no le va a la zaga: es tan cortoplacista, caciquil, antipatriótica y farisea como la derecha, y además es de un sectarismo -en lo interno y en lo externo- que da miedo.

Si seguimos comparándonos con Portugal, hemos de recordar que la izquierda portuguesa nos lleva una legislatura de ventaja, y que cuando aquí la derecha gobernaba y la izquierda estaba sumida en una guerra civil que debería avergonzarnos a todos, en Portugal ya se habían puesto de acuerdo los tres partidos de la izquierda para apoyar uno de los gobiernos mejores y más sociales de Europa, un gobierno al que jamás pudieron ni siquiera amenazar los hombres de negro, y que puso a Portugal en el camino de salida de la crisis sin tocar los derechos sociales. 

Una legislatura después, en España pudo ser por fin el gobierno de la izquierda, pero no olvidemos el espectáculo vergonzoso que dieron PSOE y Podemos este verano, con una guerra sucia miserable entre ellos, que sus votantes presenciamos asombrados, porque, con tal de no dar su brazo a torcer y reconocer cada uno la fuerza que tenían, en lugar de colaborar y acordar un programa, lo que intentaron hacer es destruirse el uno al otro usando como pretexto un simulacro de negociación política que daba vergüenza ajena. Y así, fueron capaces de jugarse la mayoría parlamentaria comoda que tenían -y la perdieron, trocándola por lo que hay ahora, que da pena- a unas nuevas elecciones de las que quien salió verdaderamente reforzado fue Vox. No se equivoca quien diga que ia izquierda española es, como la derecha, una vendepatrias. Y así siguen, parece, hasta hoy mismo, que son incapaces de entender que el gobierno es uno y que no se puede estar a la vez en el gobierno y en la oposición.

En fin: yo soy de izquierdas, y voy a seguir apoyando a este gobierno de manera casi incondicional y sin grandes críticas a lo operativo mientras dure la crisis, porque sean cuales sean las circunstancias políticas, no considero positivo en este momento hacer o decir nada que pueda convertirse en un palo en la rueda. Pero cuesta mucho trabajo pedirle a nadie -ni a la derecha, ni a gente de izquierdas que esta criticando al gobierno en mi opinión erróneamente- lealtad con quienes ni siquiera son leales a sí mismos.

Otro día explico lo penoso que me resulta darle la razón a Franco en aquello en lo que insistía tanto: «Spain is different»…