Con Breznev, todo esto no hubiera pasado.

Marlaska debe dimitir

30/11/2022

Somos muchos los que ni nos habíamos planteado en la vida apoyar un gobierno del PSOE, y mucho menos votarlo y ahora andamos con ambas cosas en la cabeza. Hace apenas 5 años yo mismo pensaba que jamás haría tal cosa. Hoy una de ellas, apoyar al Gobierno del PSOE, la estoy haciendo de manera activa todos los días. La otra, votar al PSOE, de momento no lo voy a hacer, pero no lo descarto si se dan las circunstancias.

El Gobierno actual está claramente escorado a la izquierda gracias a Unidas Podemos, que es el socio mayoritario, pero también gracias a sus apoyos parlamentarios, y quiero creer que al convencimiento sincero del presidente Pedro Sánchez. Se trata de un buen gobierno que ha hecho muchas cosas buenas: la gestión de la pandemia; una obra legislativa que poco a poco va minorando uno de los problemas casi estructurales de España, el paro y, en concreto, el paro juvenil; iniciativas legislativas para repartir la riqueza y combatir la desigualdad, y sin duda alguna, la llamada Ley del sólo sí es sí, que es donde ahora pretende morder indecentemente el oscurantismo conservador de la forma más hipócrita posible, como es habitual.

La soberbia

Junto a todas estas cosas, el gobierno también tiene algunos fallos: la política educativa no es en mi opinión adecuada, puesto que ahonda en la reducción de la importancia de los contenidos y no apoya la enseñanza pública con la contundencia que debiera. Pero el principal fallo del gobierno de coalición es la soberbia, que es un pecado que viene heredado de todos los gobiernos de distintos partidos que ha habido en años anteriores. En este gobierno se nota más, porque es, en cierta forma, el gobierno que ha estrenado el carácter parlamentario de la democracia española, que es algo que no entienden muchas personas.

Los gobiernos anteriores no estaban acostumbrados a depender de mayorías parlamentarias muchas veces inestables integradas por innumerables partidos, y sí lo estaban en cambio a que el Congreso fuera para ellos una especie de caja de resonancia de sus políticas y un foro de aclamación. Eso ya no es así. Ahora hay al menos cuatro grandes partidos y numerosos partidos pequeños que lo cuestionan todo y que luchan por implantar sus ideas y sus propuestas. Como en otros países de Europa, el Congreso de los Diputados se ha convertido en un autentico parlamento que no legisla al mandato del gobierno sino que lo controla. Y en este escenario, un gobierno no puede permitirse la soberbia, por mucho que sea heredada de gobiernos anteriores y situaciones políticas anteriores.

Resistirse a ir al Congreso a dar explicaciones de algunas cosas, informar a sus socios de mayoría parlamentaria de ciertas iniciativas y acciones cuando ya son prácticamente hechos consumados, poniéndoles en el brete -en especial en la primera parte de la legislatura- de romper la mayoría parlamentaria son cosas que no debe hacer un gobierno de coalición con una base tan plural. Esa lección parece que la ha aprendido. La que parece tener «en proceso» es la de la autocrítica.

Marlaska no se sostiene

Fernando Grande-Marlaska ya no se sostiene el el Gobierno. Todos lo intuíamos, y lo que publica hoy El País sobre la tragedia de la frontera de Melilla ocurrida en junio es una contundente acta notarial que no deja lugar a dudas. Las cosas no ocurrieron como Marlaska y el Gobierno han querido hacernos creer, y sólo el hecho de haber mentido a sabiendas es algo más que un error, y debe pagarse con algo más que una reprimenda parlamentaria.

Pero hay más. En Melilla aquel día murieron 23 personas y 77 están aún desaparecidas. Probablemente, la inmensa mayoría de esas muertes y desapariciones, si no todas, son atribuibles a la acción de la policía marroquí, pero lo cierto es que muchas de ellas ocurrieron ante los ojos de la Guardia Civil -que es, no lo olvidemos un cuerpo policial de un país democrático- y en territorio español, por lo que hay responsabilidades al menos políticas que se deben exigir al Gobierno español, y en concreto a su Ministro de Interior.

Hacen muy mal el PSOE y el ministro Marlaska -a cuya cabeza la derecha ha puesto precio no por ningún asunto político, sino por su vida personal, como siempre- en enrocarse en lo que ya sabemos que son falsedades y no asumir que se han cometido errores. No pueden seguir refugiándose en por dónde pasa la frontera ni en un debate estéril sobre la soberanía del territorio en que ocurrieron lso hechos o parte de ellos. Lo cierto es que murieron personas y otras han desaparecido Lo cierto es que esas personas murieron ante los ojos de agentes españoles que no hicieron nada por auxiliarles, y si no actuaron es porque tenían ordenes de no actuar. El Gobierno debe asumir que obró mal, que se cometieron errores, y Marlaska debe dimitir. Después podrá dar todas las explicaciones que considere oportunas. Pero después.

Decía más arriba que el gobierno de Pedro Sánchez ha inaugurado en cierta forma el carácter parlamentario de la democracia española, ya que todos los gobierno anteriores podían darse el lujo de actuar casi como si estuviéramos en una democracia presidencialista. Con este asunto, puede el Gobierno dar otro paso en la europeización y normalización de nuestra democracia asumiendo su equivocaciones con naturalidad y pagando por ellos el precio político que corresponde, como ocurre habitualmente en otros países democráticos…